Patrimonio Espiritual
- L.E. SABOGAL
- 13 ene 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 jul 2022
Escuché por primera vez este concepto en un programa radial recientemente. El joven Martin de Francisco, conocido por su humor caústico y sus comentarios deportivos lo utilizó refiriéndose a la selección Colombia de fútbol profesional. Decía que los directivos no eran los únicos dueños del “negocio” del fútbol, y argumentaba que somos los colombianos quienes alimentamos la selección con el apoyo material y afectivo que les damos, porque el fútbol es “patrimonio espiritual” de la nación.

No es de fútbol que quiero hablar en esta columna sino de ese concepto, de esa abstracción, que me sonó muy bella, poética y llena de contenido. De todos es conocida la pasión que nos congrega alrededor del deporte y de nuestros deportistas; algo parecido sucede con nuestros artistas, tal vez sean las únicas actividades, el único propósito que nos une a todos en un anhelo común: el de verlos triunfar, verlos imponerse en su especialidad en todo el mundo, demostrar que somos capaces, que no somos inferiores, que por esos breves momentos de gloria somos tan buenos como cualquiera, que sí podemos. Sentimos por esos instantes de éxtasis que dejamos atrás la tristeza, las desgracias cotidianas y los odios, nos convertimos en una sola comunidad feliz, nos abrazamos, gritamos y lloramos, somos, por fin, una nación.
No es mi propósito tampoco hacer ahora una apología del nacionalismo, que tantas guerras y divisiones ha producido a través del tiempo. Pero es evidente que muchas cosas nos unen, como una lengua común, una historia, unas tradiciones y una forma de ser; independientemente de nuestro origen, o de nuestras convicciones políticas, religiosas, etc., podemos reconocernos fácilmente como individuos de una sola clase aun cuando estamos fuera del país: somos una nación. Pero una nación sin conciencia nacional, nos falta cohesión, nos falta aquello que podría convertirnos en todo lo que deseamos, en lo que en el interior de cada uno sabemos que podríamos lograr… si supiéramos cómo.
Tristemente nuestros dirigentes tampoco han entendido cómo construir y convertir una sociedad diversa y heterogénea como la nuestra en una comunidad identificada por ideales comunes, con proyectos de futuro comunes que pudieran identificarnos como nación, que nos permitan superar las barreras que ahora nos limitan. La ambición de poder y la mezquindad han llevado a nuestros dirigentes a profundizar las diferencias, en lugar de buscar convergencias y consensos, con el lamentable resultado de la polarización en todos los ámbitos. Creo que esta es la razón para que seamos tan desconfiados, hemos crecido en medio de una historia plagada de violencia, de engaños y traiciones, un oscuro precedente para la confianza colectiva. Hasta un propósito noble como el de vivir en paz, se ha convertido en un factor de división y de conflicto.
Tal vez el ejemplo del deporte podría ser la meta anhelada de una sociedad que se comprende a sí misma, que acepta las diferencias y que se congrega en torno a su “patrimonio espiritual”, cualquiera que este sea: el respeto absoluto de la vida y del prójimo, el apego a la ley, la conservación del ambiente, el rechazo de cualquier tipo de violencia, la tolerancia en su más plena interpretación, caben más ejemplos. Confianza, hay que construir confianza, este es el fundamento de las sociedades avanzadas, aquello que permite construir y generar riqueza y bienestar para todos.
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