top of page

PORQUÉ LEER MADAME BOVARY

  • L.E. SABOGAL
  • 30 mar
  • 5 Min. de lectura

Continúo con mi propuesta de llevar a mis seguidores algún material útil para ser mejores lectores. Ya sea que leas por el deseo de pasar un buen rato viviendo la fantasía de las historias, o porque eres estudiante y te han dicho que es necesario conocer a los autores de novelas reconocidas por la crítica literaria, o por cualquier otra razón personal, me gustaría saber que de alguna forma este breve artículo te motive a leer esta obra, o te arroje nuevas luces sobre su historia.





Madame Bovary es la obra más importante de Gustave Flaubert (1821-1880), escritor francés del período posterior a la Revolución Francesa, contemporáneo entre otros, de Stendhal y de Balzac, grandes escritores del realismo francés.


Como muchos otros relatos que hoy forman parte del repertorio de novelas clásicas, leí Madame Bovary siendo muy joven, sin ninguna idea preconcebida pues a la sazón no tenía conocimiento de la teoría de la novela, y solo leía por el placer de hacerlo. Y me gustó mucho, tal vez inspirado por el valor de una mujer que quiso ser libre; seguramente porque pude vislumbrar en la protagonista a una soñadora que se había sumergido en la lectura para tratar de esta forma evadir su mediocre realidad.


La escritura de Madame Bovary le tomó a Flaubert cerca de cuatro años y medio, fue publicada como una serie en La Revue de Paris en 1856, y luego editada y publicada como un libro en 1857. El autor y los editores fueron acusados por atentar contra la moralidad y los principios religiosos, pero luego de un juicio muy controvertido, fueron declarados inocentes, lo que provocó la inmediata popularidad de la obra.


El origen de la novela tiene una historia conocida: un buen amigo de Flaubert le propone tomar como inspiración un caso real ocurrido en Normandía, Francia, donde la mujer de un oficial se había suicidado, después de haber dilapidado la fortuna familiar en relaciones fuera de su matrimonio. Flaubert ve esta historia real como una oportunidad creativa, que vendría más tarde a dar un nuevo impulso a los llamados escritores realistas. Pero no va a conformarse con relatar los hechos como “un retrato escrupulosamente veraz de la vida”, sino que confiere a su historia la perfección estilística, dándole al mismo tiempo un equilibrio entre la descripción y la narración.


Expliquemos lo anterior, en primer lugar, con una breve síntesis del argumento. La historia de Madame Bovary es la de una mujer que sueña con un romance apasionado porque su vida monótona la deprime y la aburre. Muy joven se casa con un médico rural mayor que ella y pronto se da cuenta de que su vida de casada no era como la había soñado. Luego de concebir a su única hija, busca afanosamente la forma de cambiar su vida y se convierte en una adúltera, para descubrir al poco tiempo el desencanto del amor fingido y el engaño; y que, por lo demás, ha sido utilizada por sus amantes. Entre tanto, para aparentar la vida que soñaba se endeuda hasta la ruina con el propósito de vestir y vivir como una dama de la nobleza a la que aspiraba. La cruda realidad la sobrepasa cuando su esposo se ve enfrentado a la quiebra total; el rechazo de sus amantes y de las personas en quienes confiaba para ayudarla la llevan a la desesperación y a tomar un veneno letal que termina con su vida.



Ilustración de Alfred Richemont para Madame Bovary.
Ilustración de Alfred Richemont para Madame Bovary.

No se confundan con la trama, no se trata de una novela romántica de príncipes y princesas y de caballeros, como era la moda del momento (el subtítulo de la obra es Costumbres de provincia). El adulterio, la mentira y el engaño, y el dramático final alejan esta historia del común de los relatos novelescos. De ahí el escándalo desde su publicación. De hecho, este giro dramático es un punto de inflexión para el movimiento romántico, y a la vez para los escritores realistas que ya se destacaban.


No se confundan con la trama, no se trata de una novela romántica de príncipes y princesas y de caballeros, como era la moda del momento (el subtítulo de la obra es Costumbres de provincia). El adulterio, la mentira y el engaño, y el dramático final alejan esta historia del común de los relatos novelescos. De ahí el escándalo desde su publicación. De hecho, este giro dramático es un punto de inflexión para el movimiento romántico, y a la vez para los escritores realistas que ya se destacaban.

Flaubert construye su novela como una sinfonía donde todos los instrumentos se unen para formar los acordes que conforman una perfecta armonía. No hay exceso de metáforas, la naturaleza se revela en los detalles, los personajes se caracterizan en los rasgos del lenguaje, la búsqueda de la perfección es notable en la selección de cada palabra (le mot juste). Aquí el narrador es imperceptible, no comenta, no juzga, no impone su punto de vista; son las motivaciones de los personajes las que impulsan el relato y que llevan al imprevisible final.


La búsqueda de la perfección narrativa llevó en ocasiones al cansancio y a la desesperación a Flaubert, como lo revela en sus famosas Cartas a Louise Colet, su amante y confidente por muchos años. La selección de una sola palabra podía tomarle varios días; sometía a prueba sus escritos leyéndolos en voz alta, para escuchar su sonoridad y armonía, para eliminar cualquier repetición o asonancia de la prosa. Su obra debía escucharse como una sinfonía.


De manera consciente he evitado en este artículo transcribir fragmentos, o párrafos de la obra que podrían ilustrar mis comentarios (nada originales, por cierto), con la intención de motivar a mis lectores a emprender la lectura inteligente de la novela, de eso se trata esta pequeña lección. No me resisto, sin embargo, a dejar un par de párrafos que muestran con claridad la belleza del estilo flaubertiano.


Aquí, cuando el señor Bovary observa con arrobamiento a su esposa dormida: “En la cama, por las mañanas, junto a ella, con el codo en la almohada, observaba cómo el sol rozaba el dorado rubor de sus mejillas semiocultas por los festones del gorro de dormir. De cerca, sus ojos parecían extrañamente grandes, sobre todo cuando parpadeaba al despertar. Negros en la sombra, azul oscuro a la luz del día, tenían algo así como capas sucesivas de colores que, más densas en el fondo, se volvían tenues a medida que se acercaban a la superficie de la córnea”.


Y después de su primer encuentro extra matrimonial, cuando Emma recuerda su aventura: “Se miró en el espejo y se quedó sorprendida ante el cambio de su rostro. Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan negros, tan profundos. Había algo sutil en ella que la transfiguraba. Se repetía: ¡Tengo un amante!, ¡un amante!”.


Leánlos en voz alta y disfruten. Hasta la próxima.

 
 
 

Comentários


  • Facebook

© 2025 L.E. SABOGAL

bottom of page