Verdades y Falacias de la Guerra
- L.E. SABOGAL
- 21 jul 2022
- 3 Min. de lectura
Desde tiempos remotos la humanidad descubrió muy rápidamente cómo el uso de la fuerza podía acortar el camino hacia cualquier objetivo ya fuera la consecución de alimentos, de una pareja, o de los bienes materiales que otras personas poseían. Así desde un principio las sociedades se organizaron bajo el liderazgo de los más fuertes. La evolución de los hechos históricos y los cambios sociales llevaron paulatinamente al control limitado del uso de la fuerza y al predominio de la razón y de las ideas sobre la violencia. De esta forma se han conformado sociedades organizadas con reglas definidas en las que se incluyen las normas del derecho internacional humanitario, es decir, las reglas de la guerra, que unidas al avance masivo de la educación y la cultura son característica esencial de la moderna civilización.

Pero los conflictos continúan latentes o en degradación, siempre hay una razón para iniciarlos y agravarlos, por razones limítrofes, por motivos religiosos, de soberanía, raciales, o para “defender la democracia” última razón “humanitaria” de las guerras actuales. No hay que llamarse a engaños, la verdadera y única razón de fondo siempre será la economía, el dinero, la ambición, por los recursos naturales, por la riqueza o los bienes del adversario, la causa primaria y objetiva de los conflictos. Las otras razones son el telón de fondo, las justificaciones para el público, las mentiras piadosas, pues como afirmó Hiram Johnson en 1917 “la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”.
Desde las Cruzadas hasta las guerras del Imperio romano en Europa, Asia y África, las guerras napoleónicas, las Guerras mundiales, las guerras del petróleo en Medio Oriente, o la invasión rusa a Ucrania, todas van en busca de nuevos territorios y de apoderarse de recursos vitales, cualquiera que sea la justificación inicial. Emperadores, reyes, jeques, líderes religiosos o simplemente dictadores, muchos gobernantes en nuestra era moderna tampoco se han distanciado de la peligrosa visión expansionista que conduce a la guerra. Los ejemplos son bien conocidos.
El más reciente de los conflictos, la invasión rusa a Ucrania aplica al pie de la letra las lecciones de tan perversa ambición. Los movimientos de tropas en las fronteras previos al ataque disfrazados de “prácticas defensivas”, las declaraciones de soberanía y de no intervención y luego, la repentina invasión. Se dijo entonces que se hacía para defender la democracia en Ucrania, para derrocar al nazismo(?) opresor en el Donbás, para apoyar la lucha de los nuevos estados auto declarados independientes. Simples falacias para ocultar el expansionismo iniciado siete años atrás en Crimea; tres meses después de iniciada la invasión está claro ya que poco importan las primeras justificaciones. Los avances rusos muestran que el objetivo de la guerra en curso es anexar la región del Donbás y de la frontera este de Ucrania para tener el completo control de este territorio y el dominio de la salida al Mar Negro por sus indudables posibilidades en recursos, de comercio y de defensa.
Entre tanto las consecuencias de esta guerra en el mundo globalizado en que vivimos no se han hecho esperar. Escasez de alimentos y de suministros energéticos, caos del sistema financiero, inflación desbordada y riesgos de recesión, amenaza de hambrunas y el temor creciente de una confrontación generalizada con la intervención de la OTAN. ¿Para defender la democracia o los propios intereses? ¿Por razones humanitarias?
Las lecciones de Clausevitz sobre la guerra parecen haber sido bien aprendidas por ciertos gobernantes sin importar las pérdidas humanas, la destrucción material y la ruina de las partes en el conflicto. Al final, cuando el ruido de las bombas haya cesado y la victoria de cualquiera sea tan solo un triunfo pírrico tal vez esta sea la única lección que valdrá la pena no olvidar jamás: el peor enemigo de la humanidad es la guerra.
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