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Cartagena

  • L.E. SABOGAL
  • 30 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 21 jul 2022


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L.E. SABOGAL en la Bahía de Manga, Cartagena.


Volví a mi ciudad por unos breves días en plan de descanso, después de vender hace dos años nuestra casa materna, nuestro hogar, como cualquier turista me veo ahora obligado a alojarme en un hotel. Es un sentimiento extraño el ser tratado como un foráneo en la tierra que consideras como propia, pero es una realidad. Quedan muy pocos amigos de mi juventud en la ciudad, algunos se han mudado, otros se fueron para siempre, mi familia ya no vive aquí.

Me dediqué como siempre a recorrer mi barrio, a reconocer sus calles, visité mi casa en el Segundo. En Manga los edificios crecen como hongos, el barrio, célebre alguna vez por sus grandes y hermosas casas y quintas, ha cedido su lugar a pequeños conjuntos de vivienda familiar y a grandes edificios como colmenas. Mi casa no es como la recuerdo, cubierta con una tela de protección se prepara para una remodelación, será un hostal para extranjeros. La vi pequeña y simple, aterrizaje brutal para mi imaginación, algo parecido me pasó también en el centro histórico, parecía que todo se hubiese encogido con el paso de los años, como los seres humanos. Tal vez las ciudades sufren por un tiempo ese período de envejecimiento, pero vuelven a revivir, no como los seres humanos.

Las consecuencias de la pandemia son visibles en todos los aspectos, la gente mayor aún tiene miedo, la ciudad turística se detuvo, la vida económica se deterioró. Al menos se dio tiempo para repensar el manejo de las zonas turísticas, de esto vive la ciudad.

La gente en general reniega de la administración local y del alcalde, “Es un loco”, “Solo es un charlatán”, (“Hablador de mierda”) “Ni hace ni deja hacer”, no encontré a nadie que defienda la administración. ¿Tendrán razón?

Recorrimos con mi esposa el barrio Getsemaní, de día, la vida nocturna se extinguió en este año y medio. Quedamos sorprendidos con este tesoro oculto por tantos años, tan bello como el Corralito y a la espera de mejores tiempos. Encontré no obstante una nueva joya arquitectónica, La plaza Serrezuela, una reconstrucción del antiguo Circo Teatro, allí donde veíamos cine proyectado en un telón situado a un costado del coso, donde también escuchamos a Julio Iglesias y vimos peleas de boxeo. Bella construcción, proporciona unas vistas magníficas de parte de la ciudad y ofrece magníficos almacenes y una zona de restaurantes de color cosmopolita.

Cartagena, la ciudad de mis amores, veo sus arrugas y sus pliegues pero sigo amándola, como a una madre. Es lo que siempre será para mí.

 
 
 

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