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EL VIAJE EN EL RELATO LITERARIO

  • L.E. SABOGAL
  • 4 oct
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 7 oct

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. (El Quijote,II,25)


Una lectora asidua de mis escritos me comentó recientemente que en algunos de ellos la temática del viaje aparecía repetidamente y que tal vez valía la pena hacer una reflexión sobre esto en mis notas de Blog. A mí me sorprendió su apreciación porque he podido constatar que es cierto y que es algo que no ha sido consciente en los temas que suelo tratar seguramente porque viajar, ya sean los desplazamientos a otros parajes cercanos o lejanos en busca de relax y de inspiración, u otras formas de viajar despierto (como la lectura) es algo más que eso. Es también una oportunidad de introspección y de aprendizaje como les sucede a muchos personajes literarios conocidos y a algunos de los míos.


La teoría literaria se ha ocupado ampliamente sobre el tema, pues el viaje es desde la antigüedad un tema recurrente hasta nuestros días en los relatos de ficción. Representa una simbología precisa que constituye un reflejo de la naturaleza humana, un desplazamiento que permite la transformación de los personajes. El viaje del protagonista es una narrativa típica de superación.



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El concepto del viaje del héroe, o monomito, es una estructura narrativa universal que ha sido identificada por Joseph Campbell, (El héroe de las mil caras):  el héroe literario explora nuevas realidades y las confronta con las propias, enfrenta desafíos inesperados, y reconoce nuevas perspectivas vitales, al mismo tiempo que madura y crece como persona. Es por esto que el llamado viaje de iniciación es común en la narrativa de todos los tiempos: un joven, o varios, emprenden una expedición, o travesía, para conocer más allá de sus límites de origen, y tienen aventuras que al final los habrán transformado de alguna manera.


El viaje de Odiseo (Ulises) es el arquetipo conocido de este recurso literario: luego de veinte años de aventuras, triunfos e infortunios, regresa a Ítaca tras la guerra de Troya para recuperar a su familia y su corona, convertido en un hombre más sabio que podrá gobernar a los suyos con prudencia. La experiencia de Odiseo muestra que el destino final no es tan importante como el recorrido con su carga de aprendizajes, como en la vida, por lo que este recurso hace que sea tan apreciado por los lectores en cualquier parte.


Son muchos los relatos reconocidos que narran diversas formas de viajes en la literatura de ficción, entre los más populares puedo citar Moby Dick, las peripecias del Quijote, La Divina Comedia, Tom Sawyer, e infinidad de novelas que mis seguidores podrán recordar en sus experiencias de lectura (tarea).


Mi novela Pájaros Dorados, en efecto, puede verse también desde la óptica del viaje y del héroe obligado por las circunstancias. Veamos entonces el periplo del protagonista.


Mauricio es un hombre joven, con experiencia en el mundo moderno, educado y con dinero que ha ocupado posiciones importantes en su profesión, no le faltan dinero, amistades ni amor. No obstante, se siente insatisfecho con su vida actual, los honores recibidos y la compañía amorosa no le producen la felicidad que anhela. Quiere un cambio en su vida, escapar de la monotonía, entonces lo abandona todo para buscar su destino en un sitio alejado de su entorno habitual. De esta forma, su partida es una ilusión, una necesidad interior que lo impulsa a enfrentar lo desconocido, como un acto de coherencia entre sus sentimientos y la acción.


En su nuevo hogar se ve enfrentado sin buscarlo a una serie de acontecimientos que convierten su vida en un remolino de violencia, donde se ve envuelto en aventuras que jamás hubiera soñado. Y también encuentra el amor.


Al final del relato, nuestro protagonista ha adquirido una perspectiva más completa de los hechos y muestra un cambio significativo en su visión del mundo, ahora entiende mejor lo que sucede en su país, y este duro aprendizaje lo pone ya maduro nuevamente a enfrentar su camino con una nueva visión, pues ahora se siente un hombre realizado.


El viaje de Mauricio no ha terminado, su historia, sin embargo, no es simplemente un proceso de auto conocimiento, ha revelado también un aspecto desconocido de una sociedad que busca transformar, mostrando sus injusticias y sus contradicciones, lo que finalmente se constituye en el atributo principal del relato.



Reseña de La autopista Lincoln, del escritor Amor Towles.

(Penguin, 2022)


Continuando con la temática de los viajes quiero hacer un breve comentario de esta novela que adquirí hace más de un año motivado por la publicidad que se hacía del mismo: “Una arrolladora novela de iniciación ambientada en la América de los años cincuenta”, “Una novela única que nadie debería perderse, escrita por un grandioso narrador”.



Portada - La Autopista Lincoln (Editorial Salamandra)
Portada - La Autopista Lincoln (Editorial Salamandra)

Como lo hago siempre que cae un libro en mis manos, comencé a leerla de inmediato, pero confieso que su estructura y un estilo narrativo que encontraba disperso y lleno en exceso de detalles me pareció tedioso, y lo abandoné por largos meses. Pero allí lo veía siempre en mi mesa de trabajo recordándome siempre que tenía esta tarea inconclusa. Y por fin me decidí a leerla completa (589 páginas).


La historia es, de hecho, un relato de iniciación. Cuenta las peripecias de dos hermanos que deciden hacer un largo viaje atravesando los Estados Unidos por la antigua carretera Lincoln, que los conducirá desde Nebraska hasta California, donde esperan encontrar a su madre desaparecida desde su infancia. Emmet, el mayor, regresa a casa después de pasar más de un año recluido en un reformatorio por un delito accidental. Billy, el pequeño, es dueño de una gran imaginación fruto de sus lecturas y posee gran capacidad para almacenar y recordar todo tipo de datos históricos y de cifras, atribuible quizás a su condición de autista. Luego de la muerte de su padre, nada los retiene y deciden lanzarse a la aventura en un viejo y estupendo automóvil, única herencia que les queda.


Pero el viaje no se realiza conforme a sus deseos de manera rápida y lineal, sino que se ve interrumpido y desviado de su destino en múltiples ocasiones, primero por la aparición de otros dos jóvenes que se unen al viaje de manera abrupta y los llevan a vivir experiencias inesperadas con nuevos destinos, nuevos amigos y nuevos enemigos, logrando de esta forma prolongar un viaje que por momentos parece interminable.


Aunque el relato se desarrolla de manera lineal cambia a cada momento la voz del narrador, que la presta a múltiples personajes en un constante ir y venir de relatos y puntos de vista que complican la lectura. Cada narrador, a su vez, hace gala de una habilidad prodigiosa para describir en sus más mínimos detalles, historias, lugares, pensamientos y sentimientos que prolongan el relato hasta convertirlo en una verdadera Odisea.


La novela nos deja la emoción de la aventura y el descubrimiento de un narrador exuberante, dotado de gran imaginación, en la que se cumple paso a paso la estructura del relato de viajes descrita por Campbell. En este sentido la historia se transforma en un relato universal que nos deja expectantes de un final a mi modo de ver inacabado, pero que al mismo tiempo ratifica que en las novelas, como en la vida, nada sucede totalmente de acuerdo con nuestros deseos, y que siempre es posible fijarnos un rumbo y tratar de mantenerlo.

 
 
 

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