LECTURAS DE FIN DE AÑO
- L.E. SABOGAL
- 25 feb 2024
- 12 Min. de lectura
Regreso a mi oficio de escribir para comentar tres de los libros de publicación reciente que llegaron a mis manos. En primer lugar, dos novelas cortas del nuevo Nobel de literatura, el noruego Jon Fosse, y también, un texto que no sabría bien cómo clasificar del escritor de origen iraní Navid Kermani.
Mencionar la nacionalidad de un autor podría parecer innecesario para quienes solo se interesan por el relato pero yo creo que, por el contrario, el origen del escritor revela mucho de sus temáticas y hasta del estilo narrativo. Esta sin duda es una aseveración que ha sido debatida por los especialistas en muchas ocasiones, creo que particularmente que en los escritos que comentaré es evidente, al menos para mí.

Hay que decirlo para comenzar: antes de que se le otorgara el Premio Nobel de literatura 2023 Jon Fosse me era totalmente desconocido (y seguramente para muchos lectores), aunque era ampliamente reconocido en Europa y especialmente en los países nórdicos. Al entregarle el premio la Academia sueca indicó que en sus escritos Fosse “da la voz a lo indescriptible”, “Toca los sentimientos más profundos: ansiedad, inseguridad, cuestionamientos sobre la vida y la muerte…las cosas que cada ser humano enfrenta desde el principio”. “Fosse combina fuertes lazos locales, tanto lingüísticos como geográficos, con técnicas artísticas modernistas”.
En alguna entrevista -que no acostumbra a dar a menudo- Fosse afirmó: “procuro vivir de la forma más aburrida posible”, y en el discurso de aceptación del Nobel el 7 de diciembre, reveló algunos de sus rasgos de personalidad que reflejan en su escritura: “Una cosa es segura, nunca he escrito para expresarme, como dicen, sino para alejarme de mí mismo”. Escribir le permitió encontrar “…un lugar dentro de mí que era solo mío, y desde ese lugar podía escribir lo que era solo mío”. “Lo más importante de la vida no se puede decir, solo escribir, …por eso trato de poner palabras al discurso silencioso”. “En cierto modo, siempre he sabido que escribir puede salvar vidas, tal vez incluso haya salvado la mía”.
MAÑANA Y TARDE
La trama de MAÑANA Y TARDE es más bien sencilla: un niño nace en una casa humilde de un pueblo noruego; paralelamente un hombre anciano del mismo nombre describe sus vivencias cotidianas sin entender por qué su estado de ánimo cambia al mismo tiempo que su condición física y mental; mientras la narración da saltos entre la infancia y la juventud de Johannes y su lento camino hacia la muerte. Es en este punto donde se hace evidente el núcleo de la trama, cuando entendemos que el viejo ya está fuera de este mundo y que lo que percibimos son los recuerdos de alguien que ya no existe o que tal vez está próximo a morir.
“ El arco de la vida y la muerte, el orden del mundo…”. “La belleza de lo corriente, la serenidad de lo sencillo”, en palabras de los críticos.
Aparentemente simple. Lo bello y trascendente de este relato, no obstante, es la narrativa que cuenta sin pausa desde un punto de vista subjetivo, haciendo gala del menor esfuerzo en el empleo de las palabras y siguiendo las técnicas todavía hoy innovadoras del flujo de la consciencia, con escasa puntuación y diálogos que pasan de un personaje al otro de forma imperceptible. Algo que en principio parece difícil de leer pero que una vez que captas el estilo te atrapa hasta el final.
En mi experiencia personal de lector desde las primeras páginas Mañana y tarde me regresó a la trama y la estructura del Pedro Páramo de Rulfo, (obra maestra en la que forma y contenido se conjugan de un modo inigualable) y a las técnicas vanguardistas utilizadas por escritores de los años cincuenta en adelante (Joyce, Becket, Woolf, C. Fuentes, García Márquez, Kerouac, etc).
La evidente similitud del concepto narrativo no constituye mengua alguna de la calidad de la historia cuyo atributo principal, según la crítica, es la capacidad de expresar poderosos sentimientos y situaciones humanas con la mayor eficiencia en el uso del lenguaje.
BLANCURA
Si Mañana y tarde nos lleva por un camino reconocible, este texto en cambio nos conduce como al protagonista del relato (muy breve) por un sendero incierto donde la angustia ante lo desconocido alcanza a inquietarnos. No es una historia de terror, el miedo surge de nuestra propia interpretación basada en las vivencias o temores ante el vacío o lo inimaginable dentro de la oscuridad, o en medio de la blancura resplandeciente de la luz.
Nuevamente una trama sencilla: un hombre que conduce sin rumbo se extravía y termina atascado al final de un camino frente a un tupido bosque. En lugar de retroceder se adentra poco a poco en la espesura, cae la tarde y comienza a nevar pintando de blanco todo el panorama; la espesura de la lluvia de nieve le oculta la visión casi hasta cegarlo pero continúa avanzando sin encontrar nada ni nadie alrededor.

Cuando se encuentra muy cansado de caminar encuentra una gran piedra negra perfecta para sentarse un momento, comprende que si se queda allí se morirá de frío y continúa caminando sin rumbo. “Miro al frente, hacia el interior de la impenetrable oscuridad, es como si no viera nada, solo la impenetrable oscuridad”. “La verdad es que tengo miedo. Aunque sea un miedo sereno. Un miedo sin angustia. Pero tengo miedo de verdad. ¿O será solo una palabra?”.
Más adelante vislumbra una silueta blanca que se aproxima lentamente hacia él iluminando de manera cada vez más fuerte, se aproxima tan cerca de él que casi podría tocarla, siente su calor pero no se atreve a hablarle; luego la criatura desaparece pero parece acompañarlo en su travesía.
La nevada cesa por un momento y ahora la luna alumbra un poco permitiéndole avanzar con más seguridad “ y al menos hay ahora luz suficiente para ver, puesto que la luna está grande y amarilla, porque de pronto apareció de nuevo la luna, y antes de que apareciera la luna era imposible ver nada, y ojalá no vuelva a oscurecer del todo, ojalá no vuelva a cerrarse la noche, porque entonces no sabré ni por dónde ando, tampoco es que ahora lo sepa, pero ahora al menos veo donde pongo los pies”.
Ahora ve dos siluetas que se aproximan sin poder reconocerlas, duda, escucha sus voces y piensa que son sus padres, en efecto lo son pero no pueden comunicarse. “Y suena: hola. Grito: ¿hay alguien ahí? - y se oye un sí y oigo que es la voz de una señora mayor. Suena otro sí y ahora oigo que es la voz de un hombre mayor. Y luego se hace un silencio. Un silencio sepulcral”. Y luego desaparecen. Al continuar con su camino ha topado de repente nuevamente con la piedra negra, se sienta y descansa un poco hasta que reaparecen sus padres que lo invitan a moverse. Un hombre vestido de negro los toma de la mano y se adentran en la blancura del bosque acompañados también por la criatura luminosa.
“Y de pronto me encuentro dentro de una luz tan intensa que ya no es una luz, y no, no puede ser una luz, sino un vacío, una nada, y ahora resulta que tenemos a la criatura luminosa delante, sí, la criatura que luce resplandeciente en su blancura, y nos dice seguidme, y nosotros la seguimos” “y nos adentramos descalzos en la nada”. El estilo ya reconocido de repeticiones, frases cortas, sin párrafos ni puntuación precisa que crea un flujo imparable de la acción, y el placer de la lectura; nuevamente la reflexión sobre la muerte “y la pérdida de orientación del ser humano”. Relato críptico que requiere una interpretación subjetiva por parte del lector atento.
INCRÉDULO ASOMBRO, Navid Kermani
El autor es alemán de ascendencia iraní y seguidor del islam; escribe ensayos y reportajes muy reconocidos en su país y en Europa, autor de novelas y especialista en el diálogo cristiano-musulmán. Nuevamente debo decir que desconocía a este autor y que aparte de este libro no he leído ninguno de sus escritos, he preguntado en las librerías y al parecer no ha sido publicado en Colombia. Lo leí basado en la entusiasta recomendación pública que hiciera recientemente un periodista colombiano también muy reconocido.
Al inicio de este artículo manifesté que es un texto difícil de clasificar, podría ser un tratado de arte religioso (inicialmente pensé que se trataba de un ensayo comparativo del islam y el cristianismo); una crónica de viaje por iglesias cristianas no siempre conocidas; o incluso una novela narrada desde un punto de vista muy personal y subjetivo. Tal vez es un poco de todo lo anterior, y algo más, mis lectores juzgarán.

Kermani, musulmán convencido, muestra un profundo interés y conocimiento del cristianismo que no poseemos la mayoría de los católicos, su conocimiento de los hechos de la Biblia y de la historia del cristianismo es tan amplio que llega a la erudición, notable en un seguidor de Alá. Es aquí precisamente donde radica el valor de un testimonio, de una visión ajena a la intolerancia y al sectarismo, plena de admiración y de comentarios respetuosos desde sus propias creencias.
En síntesis, el libro es una búsqueda, una declaración de asombro ante las manifestaciones del arte entendido como manifestación de la fe en la pintura, la escultura, los símbolos y los rituales religiosos del cristianismo.
Tres grandes capítulos componen el contenido del texto: MADRE E HIJO, TESTIMONIO, LLAMADA. Cada aparte al interior de los capítulos viene acompañado con una fotografía del cuadro, objeto o lugar que servirá de ilustración a los comentarios del autor, descritos con maestría y rigurosidad propias de un conocedor con innovadora percepción del detalle. Menciono algunos que me parecen notables de su estilo.
I En MADRE e HIJO observamos desde el inicio la visión realista exenta de la veneración religiosa propia del islam, en el cual no se admiten las figuras humanas ni la adoración de la Virgen o de los santos cristianos. Frente a la pintura de una Virgen María en algún convento de Roma: “¿Cómo es que la llamo Virgen si no creo en la maternidad de Dios? En una palabra: escogida. Dios la ha escogido. Ello supone gracia y suplicio, concede alas y es demoledor, acaricia y es un golpe de martillo. Perderlo todo y contentar a Dios”. Observando Las bodas de Caná, cuadro de Veronés (1562/63), resalta el hecho de que nadie mira a Jesús, entre más de cien invitados, estaba solo. “Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. (Lucas, 14,26).
Frente al cuadro de Cristo despidiéndose de su madre, El Greco (1578/1580): “ supongamos que no conoces el cuadro que no reconoces ni siquiera a la pareja, por lo que pensarías que la aurora de santidad es un sol oculto que , insinuando la forma de una cruz, enmarca la cabeza de Cristo, que vieras solamente a un hombre y a una mujer, ambos muy jóvenes, la mujer aún algo más, pero el hombre de tampoco más de veintitantos,…la frente sin arrugas,, rosadas las mejillas , los labios sedosos como los de los niños y al mismo tiempo sensualmente curvos, el envejecimiento que solo insinúa la concavidad de debajo de los ojos. ¿Qué creerías que estás viendo?”.
Sobre La coronación de espinas, Caravaggio (1602/1603), “puedo comprender porqué la sumisión extrema y la más extrema arrogancia, las cuales se conciliaban en Jesús, encendían al pueblo, sobre todo a los sumos sacerdotes y a los más ancianos”. “Padre, perdónalos, murmura Jesús, con la cabeza inclinada, pero sin referirse a todos los seres humanos, al pueblo, huelga mencionar a los sumos sacerdotes y a los ancianos”.
En la Cruz, de Karl Schlamminger (2005) “símbolo que teológicamente no puedo aceptar”, reflexiona: “Por fin entiendo una cruz, sí, …la cruz mocárabe, ya no una reproducción, antes bien una idea, al igual que los primeros crucifijos, completamente esquemáticos, e incluso la tau griega (T), ve el monoteísmo en la Trinidad. En ello es decididamente cristiana y al mismo tiempo más que solo cristiana, paleocristiana en su estética, con ello oriental, y, al mismo tiempo, de hoy”.
“En 1465, Giovanni Bellini regaló al monasterio de San Esteban de su ciudad natal, Venecia, un resucitado pintado con el mayor realismo, de todos cuantos he visto hasta ahora. ya solo por el hecho de que el Cristo bendiciendo no sea particularmente bien parecido, demasiado larga la nariz; el dorso nasal, recto como un palo. Desproporción también en la boca: es tan ancha como estrecho parece el labio superior; además, el labio inferior se arquea hacia afuera, lo que no produce un efecto muy favorable que se diga”.
Descripciones al detalle de rasgos insospechados para el observador común, siempre completadas con sesudas menciones teológicas y comentarios de humor sarcástico. “El paisaje está cristianizado, de modo que no es la humanidad lo que se divide en creyentes e incrédulos, como en la Biblia, sino cielos y tierra, Dios y humanos”. En la iglesia “en cada esquina del centro casi una millonada de personas que no pensaban en su dios solo los domingos”.
II TESTIMONIO
Ante el cuadro de Alberto Durero, Job y su mujer, (1503/1505), “Job está tranquilo, sin embargo, apenas armado de paciencia, el Señor te lo da, el Señor te lo quita, alabado sea el nombre del Señor, más bien apático o depresivo, … porque a los golpes de Dios no reacciona con una sola palabra”. “Aun habiéndonos abandonado Dios, el ser humano no está perdido mientras a su lado haya otro ser humano”.
La percepción subjetiva de Kernani es evidente , el escepticismo inicial está presente en algunos de sus comentarios: “soy, si se quiere así, muy católico en eso de adecuarme la fe hasta que me guste”.
Sobre La crucifixión de san Pedro, (Caravaggio, 1604) : “La fibra muscular , las arrugas que arrojan las ropas de las cuatro personas y el paño en tonos azulados de abajo, a la derecha, los pelos de la barba, los pezones y los pliegues de la tripa de Pedro, las uñas sucias de sus manos y la planta casi negra del pie que el esbirro de abajo tiende a la izquierda, debajo del espectador, justo a la altura de la cabeza, las nalgas iluminadas del esbirro, no por ello más agraciado, las vetas de la madera, el brillo del clavo y de la pala, el esfuerzo físico que una crucifixión implica para los verdugos, el oficio para ganarse el pan que un día fue”.

“En el cuadro de Caravaggio, Pedro no llora, no protesta, no implora ni siquiera compasión… Tampoco puede advertirse rastro alguno de que Pedro dudara de la misericordia de Dios.” “Lo que ha de ser, que sea, en ese punto no parece vacilar, menos aún porque ya conocía su final desde hacía tiempo, incluso “la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios” a saber “extenderás los brazos y será otro quien te ceñirá y te conducirá adonde no quieras ir” (Juan,21, 18). Y tuvo miedo”.
Mención aparte merece para Kernani la historia del padre Paolo Dall’Ogglio, sacerdote jesuita activista por la paz, secuestrado por el Estado Islámico en 2013, de quien el autor muestra una foto de la última entrevista que dio. “Antes de su secuestro había servido durante tres décadas en Der Mar Musa Al-Abasi, un monasterio del siglo VI a 80 kilómetros al norte de Damasco”, allí había creado un centro de diálogo interreligioso.
“Si hay algo que admiro del cristianismo, o quizá deberá decir mejor: de los cristianos, cuya fe más que convencerme me ha vencido, me ha privado de todos mis argumentos, si me quedara con un solo aspecto, con solo una característica como ejemplo, como hilo conductor también para mí, no es precisamente el arte que tengo en tan alta estima, no la civilización con su música y su arquitectura, no este rito o aquél, por muy rico que sea. Es el amor específicamente cristiano en tanto no se profesa solo al prójimo. En otras religiones, también se ama, se exhorta a la misericordia, a la tolerancia, a la caridad. Pero el amor que percibo en muchos cristianos y con frecuencia en aquellos que han legado su alma a Jesús, en los monjes y monjas, excede todo límite al que podría llegar una persona también sin Dios: su amor no hace distinciones”.
“…es el amor al islam lo que caracteriza al monasterio de Mar Musa”. “Así, Mar Musa se convirtió en un lugar no solo de diálogo, sino de convivencia y de oración conjunta de las religiones: “Creyendo en Jesús, amando el islam”, como el padre Paolo tituló uno de sus libros”.
¿Me considero musulmán? se preguntaba Paolo en una de sus conferencias. “creo que sí, por mediación de la gracia evangélica, y por la obediencia. Soy musulmán por el amor de Dios a los musulmanes y al islam. No puedo ser más que musulmán en el camino del espíritu, no de la letra”. Y “no es que a los musulmanes les resulte fácil entender su fe en el Dios hecho hombre. Pero perciben el encuentro con la comunidad de Mar Musa como indicio de la armonía definitiva en Dios”.
III LLAMADA
Aquí las reflexiones de Kermani frente a una Custodia (Kunstmuseum, Colonia) encontrada en una comunidad religiosa en sitio no especificado. “.¿para qué entonces todo el despliegue de una misa solemne, para qué todas las plegarias y costumbres, el meticuloso orden de los utensilios, prendas, movimientos, colores, partes y tiempos? -. “La liturgia no tiene finalidad alguna”, observa Romano Guardini, “al menos no puede ser comprendida solo desde la perspectiva de la finalidad”.
“En la foto no puede apreciarse el esmero que un orfebre de Colonia, en torno al año 1400, puso en las arteriolas de las alas de un cisne o de un animal parecido, lo cual solo le llama la atención a alguien que se aproxima mucho a la custodia, y al cisne o al animal parecido se aferran otras tres criaturas diminutas que acaban de salir del huevo, que, la verdad, pueden no ser necesarias para que el pan se venere como carne. Pero convincentes sí son”.
En el cuadro de Caravaggio La incredulidad de Santo Tomás (1603): “Y Jesús en ningún momento parece encolerizado o molesto, como si fuera a declarar a los tres ya incrédulos. Abriendo su manto hacia un lado, como si fuera un telón, dirige él mismo los dedos de Tomás a la herida y parece poner el mismo interés en mostrar que Dios está en nuestro interior”.
Reflexiones finales del escritor a propósito del arte propio de las religiones: “…en el arte sagrado se expresa un orden espiritual del mundo, mientras que el arte solo religioso en un sentido general atestigua estados de ánimo subjetivos, impresiones, visiones, ideas. O dicho de una forma más precisa: el arte religioso capta la mirada del ser humano; el arte sagrado, el plan de Dios”.
Leyendo a Kermani me parece evidente la necesidad de un contexto apropiado para apreciar las obras de arte, nos enseña a escudriñarlas con los ojos despiertos, con una nueva mirada, encontrar en ellas lo que revelan y a veces esconden; pese a que nunca reniega de su propia cultura, Kermani se confiesa admirador del cristianismo y extiende una invitación a la tolerancia y la armonía entre los creyentes de las religiones y aun entre los no creyentes.






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