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NOTAS VARIAS

  • L.E. SABOGAL
  • 25 sept 2024
  • 5 Min. de lectura

Por diversas razones entre las que mencionaré especialmente mi dedicación a preparar el lanzamiento de mi próxima novela (Pájaros Dorados) y otros asuntos, he estado ausente de esta columna el mes pasado y parte de septiembre; en este momento me preparo para un viaje del cual informaré oportunamente en Instagram (le.sabogal). No quiero desaprovechar sin embargo el poco tiempo disponible para hacer algunos comentarios sobre temas varios a continuación.



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EDUCACIÓN.


El reciente informe de la OCDE, Panorama de la educación 2024, nos recuerda nuevamente el desastroso nivel educativo de Colombia con pésimos resultados en las competencias de lectura y matemáticas de los alumnos de primaria, y con el muy regular aprendizaje de las lenguas extranjeras en todos los niveles del sistema escolar. Es decir, los fundamentos del desarrollo cognitivo e intelectual de cualquier persona, indispensables para la comprensión crítica del mundo y la base más sólida para realizar estudios superiores o de especialización.


Como ya lo he reiterado en otras ocasiones el sistema educativo colombiano requiere modificaciones estructurales en el currículo y sus contenidos, que deben actualizar programas y metodologías de enseñanza para alcanzar los niveles que coloquen a nuestros jóvenes en condiciones de igualdad en la búsqueda de oportunidades de vida.


Hay dos aspectos esenciales para una apropiada transformación del sistema educativo: de una parte, como lo recalca Francisco Cajiao (Error y castigo, en el Tiempo) es necesario eliminar la creencia y la práctica de castigar el error en el proceso de aprendizajes. Esta es una de las principales causas de la desmotivación y la deserción escolar en la actualidad, no se gana nada cuando se “raja” un estudiante si no se le hace descubrir sus errores y se trabaja sobre estos; en este sentido la calificación no tiene ninguna importancia. El error así se convierte, como menciona Cajiao, en “un sinónimo de aprendizaje”. En segundo lugar, es absolutamente necesario que los aprendizajes se realicen basados en el nivel individual de cada estudiante en cada una de los campos del conocimiento. Como es bien sabido, no todos aprendemos de la misma forma ni en los mismos tiempos, por lo que una clase dictada de afán para 20 o más estudiantes simultáneamente no tiene ninguna eficacia.  Como recomienda Bjorn Lomborg, los esfuerzos presupuestarios de la política educativa deberían orientarse de manera efectiva para lograr los mejores resultados en los aprendizajes de los estudiantes. Así, el ejemplo de Malaui, país africano de escasos recursos que aplica en la actualidad una metodología de aprendizaje asistido por tecnología, está dando excelentes resultados: mediante un software que identifica el nivel de cada niño y lo conduce a partir de ahí a progresar sin la presión del grupo o de las exigencias regulatorias de cursos y niveles de estudio, es decir con una metodología realmente personalizada. Ejemplos como este ya se practican en Colombia por algunas instituciones educativas principalmente de carácter privado, pero deben constituirse en una política de estado.



LIBROS.


Pongo en consideración dos títulos que en mi opinión dan luces sobre el estado actual de la confusión conceptual y actitudinal de la sociedad contemporánea inmersa en el caos de las redes sociales y de la cultura superficial. 


The madness of crowds, Douglas Murray, 2019.


Mediante un análisis demoledor de las causas más comunes en la sociedad moderna: corrección política, homosexualismo, raza, género, feminismo y victimización, Murray nos recuerda que hace falta recurrir nuevamente al sentido común y a los valores como la libertad de expresión, el apego a la verdad y a la tolerancia en su sentido más amplio.


Left is not Woke, Susan Neiman, 2024.


Algunas afirmaciones de la autora pueden mostrar su planteamiento general en esta obra.


“…soportar el sufrimiento no es de ningún modo una virtud, y rara vez genera alguna. El victimismo debería servir para legitimar reivindicaciones de restitución”. “Personalmente preferiría volver a un modelo en el que tus reivindicaciones de autoridad se centren en lo que has hecho en el mundo, no en lo que el mundo te ha hecho a ti”.


“Dividir a los miembros de un movimiento entre tus aliados y los demás socava las bases de la solidaridad profunda y va contra lo que significa ser de izquierdas”.


“Prohibir la apropiación cultural implica un tipo de pureza cultural que pocos objetos poseen”.


“La distinción entre razón y violencia sirve de apoyo a la distinción entre democracia y fascismo...”.


A la izquierda le preocupa “afirmar la verdad y actuar con justicia, no solo mantener el poder…”.


“Si renunciamos a la perspectiva del progreso, la política se convierte en una mera lucha por el poder”.


“Ninguna nación puede prosperar alimentándose solamente de malos recuerdos”.


“…el socialismo no funciona, y suele conducir directamente al gulag”.


Reflexiones que inevitablemente nos llevan a pensar en la actualidad de nuestro país: ¿estamos realmente en manos de un gobierno de izquierda progresista? ¿o nos encontramos atrapados en una confusión ideológica que nos conduce directamente al autoritarismo?



Política económica “progresista”.


Como una consecuencia de las falsas verdades comunes entre nuestros políticos, el gobierno colombiano desarrolla de manera premeditada la destrucción de la economía, y de todo el progreso creado en años de políticas sensatas, mediante el decrecimiento deliberado, el desaforado gasto en funcionamiento y nómina estatales, en subsidios, en compras de insumos inservibles, y en gastos suntuarios como viajes, vehículos y reuniones proselitistas, todo bajo la sospecha de corrupción rampante. Se maneja el presupuesto de la nación a las patadas, violando principios elementales y legales que han conducido a un quiebre de la economía casi total.


Ante el desfinanciamiento presupuestal evidente se responde con más gasto como si de una vez por todas se buscara acabar con la escasa productividad del país. Las voces sensatas que ofrecen alternativas para nuevos recursos no son escuchadas pues consideran la crítica constructiva propia de la “derecha fascista”, de sus enemigos.  Explotar los recursos físicos respetando los límites de la ley y el medio ambiente no es de derechas, y es evidente que realizar recortes o eliminar gastos como los mencionados podría de golpe mejorar las finanzas estatales.


Tan solo un ejemplo como el del inútil e ineficiente Ministerio de la Igualdad y Equidad, creado para satisfacer los requerimientos burocráticos del activismo petrista, cuyas funciones son un remiendo de retazos tomados de otras instituciones, que nació con un presupuesto superior a los 500.000 millones y cuenta con un gasto anual aproximado a los 50 billones, posee recursos suficientes para llenar el hueco creado por el desgobierno en las finanzas públicas.  Ministerio que por lo demás, la Corte Constitucional ordenó eliminar por haberse creado sin tener en cuenta su impacto fiscal.   La ideología sobre las realidades económicas y sociales, gasto exagerado que sobrepasa considerablemente los escasos ingresos del país, caos en las finanzas estatales. ¿Hasta dónde llegará la avalancha del progresismo colombiano?    

 
 
 

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