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Reflexiones para el Siglo 21

  • L.E. SABOGAL
  • 11 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Quiero hacer hoy unos comentarios basado en el libro de Yuval Noah Harari, “21 lecciones para el siglo 21”. No pretendo con esto hacer una reseña ni una glosa del autor, quien, por lo demás, es un estupendo escritor de argumentación incomparable. Voy a retomar algunos de sus planteamientos dándoles mi propia perspectiva, (innecesaria seguramente) con el único propósito de mostrar mi acuerdo total con sus planteamientos especialmente en temas que han sido siempre parte importante de mis reflexiones.


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En primer lugar, el tema de la religión. En este capítulo que Harari subtitula “Dios sirve ahora a la nación” el autor se pregunta si la visión que ofrecen las religiones puede ofrecer respuestas sobre el futuro de la humanidad, si de alguna forma pueden ayudar a resolver los problemas a los que nos enfrentamos y que se acentuarán en el futuro próximo. Y plantea tres tipos de problemas que deben ser resueltos prontamente: problemas técnicos, problemas políticos y problemas de identidad.


En cuanto a los problemas técnicos y políticos, considera las religiones como “irrelevantes”, puesto que no ofrecen respuestas verdaderas. En este sentido “El triunfo de la ciencia ha sido tan rotundo que nuestra idea misma de la religión ha cambiado”, las religiones han perdido credibilidad porque no ofrecen soluciones reales, “…un sacerdote es alguien que sabe por qué hemos de seguir creyendo en nuestro dios, aunque parezca sordo a nuestras plegarias”. En los últimos tiempos hasta los más creyentes han cedido la autoridad en este campo a la ciencia porque “Cuando las cosas funcionan de verdad, todos las adoptan”. Si se miran los aspectos políticos de hoy y de siempre, las religiones han adoptado una actitud dogmática basada en las interpretaciones que dan a sus libros sagrados, en realidad se convierten en un obstáculo para el avance de la sociedad.


Por otra parte, las religiones en el siglo 21 no resuelven ninguno de los problemas relevantes, pero sí “determinan quiénes somos “nosotros” y quiénes son “ellos”, quiénes son nuestros amigos y quiénes no lo son. Es cierto que las religiones “animan a la gente a comportarse de manera más amable y caritativa”, pero también magnifican las diferencias entre los seres humanos cuando pretenden ser diferentes y únicas, lo que solo ha producido discriminación y violencia. Las religiones se han convertido en la fachada de múltiples gobiernos que aprovechan las formas, los rituales y la fe de los creyentes para aglutinar a las masas alrededor de ideas tan absurdas como el fascismo y el nazismo, el nacionalismo y otras formas de dominación y autoritarismo.


El fanatismo es también el resultado de las divisiones que promueven las religiones, “Lo que sin duda hizo bien el monoteísmo fue conseguir que mucha gente se volviera mucho más intolerante que antes”… “la idea monoteísta tendió a promover el fanatismo”. “Muchas religiones elogian el valor de la humildad pero después imaginan ser el centro del universo”.



Laicismo.

Para tratar este punto Harari inicia con esta afirmación: “…no hace falta invocar el nombre de Dios para llevar una vida moral. El laicismo puede proporcionarnos todos los valores que necesitamos.”


Pero ¿Qué es el laicismo? El autor lo define no en oposición a las religiones, sino más bien como una “ visión del mundo muy positiva y activa que se define por un código de valores coherente”.


“Ese código ético …consagra los valores de la verdad, la compasión, la igualdad, la libertad, el valor y la responsabilidad. Constituye los cimientos de las instituciones científicas y democráticas”.


“El compromiso secular más importante es con la VERDAD, que se basa en la observación y la evidencia y no en la simple fe”. No debe confundirse la verdad con la fe.


Educación.


Del planteamiento anterior se desprende también la preocupación sobre la educación, entonces, ¿qué tendríamos qué enseñar?


“…la educación laica enseña,,, a distinguir la verdad de las creencias, a desarrollar la compasión hacia todos los seres que sufren, a apreciar la sabiduría y la experiencia de todos los moradores de la Tierra, a pensar libremente sin temer lo desconocido, y a ser responsable de sus actos y del mundo en su conjunto”. Será necesaria una educación basada en “las cuatro ces”: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad”.


Educación, apego a la verdad y a la ciencia, tolerancia y capacidad crítica son conceptos imprescindibles para enfrentar los retos actuales y por venir. Sin olvidar la capacidad de adaptación a los profundos cambios que se avecinan y la creatividad propia de los seres humanos.

 
 
 

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